jueves, 30 de junio de 2016

Tardes de Otoño



Unas pinzas y ya está! El tendedero de Sara es el lugar ideal para fotografiar un quilt recién terminado.  Y si no amenazara lluvia,  lo hubiera dejado colgado para contemplarlo desde el porche. Recordaría las horas cosiendo con Inés en la distancia Tardes de Otoño.



No es cien por cien fiel al diseño original.  Creo que debemos dejar una cierta huella en lo que hacemos, sobre todo si es un proyecto hecho con amor, compartiendo mensajes, fotos e ideas, como en RUMS.





Me encanta el pueblo de Sara, encaja con mi concepto de “paraíso”. Este concepto jamás tuvo que ver con playas de arenas blancas y cóctel con sombrilla. En algún rincón de mi mente donde almaceno archivos de mis programas vitales, existe una gran carpeta llena de imágenes como éstas:









¿Qué mi paraíso es poco glamuroso? Cierto, pero nada tan perfecto como el silencio tras los gruesos muros, nada tan relajante como el crepitar del fuego, nada tan alegre como los cencerros de las vacas y nada tan glorioso como un Montilla y un plato de jamón. Puro glamour campestre.





 

jueves, 23 de junio de 2016

Con-Fío en Galicia

El pasado fin de semana estuve en Santiago de Compostela. El motivo de la visita, aparte del puro disfrute que supone una ciudad con tanto sabor como Santiago, era acercarme a la Ciudad de la Cultura y ver la expo Con-Fío en Galicia. Ahí van unas pinceladas:























jueves, 16 de junio de 2016

Melograno

No conservo ninguno de los muchos vestidos que mi madre cosió para mí. De todo lo que salió de sus manos, sólo quedan los recuerdos fotográficos de una niña con coletas sonriendo tímidamente, feliz con sus vestidos nuevos. Aquello sí que eran minifaldas…

Años después, alternando con trabajo y estudios, aprendí a coser e incluso conseguí un título que nunca tuve intención de enmarcar. El patchwork llegó más tarde cuando, aprovechando un parón laboral, me apunté a un taller. Seguido empecé con el blog y ahora, viendo semana tras semana lo que se cuece por RUMS, redescubro el placer de hacer patrones, de ajustar costuras, de mirarme en el espejo y apreciar el resultado. Ya no llevo coletas y la timidez desapareció. Mi madre tampoco cose ya, pero se lee el orgullo en su cara cuando le enseño el progreso de mis costuras.















El blusón es copia de uno azulón de Zara muy muy desgastado, pero imposible de retirar. Lo he ido cosiendo a ratos, intercalándolo con otros proyectos, con tazas y más tazas de té y devorando la caja de rosquillas que me envió Carmen. El delicioso sabor de estas rosquillas forma parte del recuerdo, al igual que el aroma inconfundible de los jabones de Melograno, también regalo de Carmen.