Ayer visitamos a Sara en el
pueblo. La chimenea encendida, un guiso en la chapa y fuera la
banda sonora habitual: cencerros, piar de pajaritos, mugidos, cloqueos y algún
que otro rebuzno. A falta de una buena caminata por los alrededores, nos
sentamos a contemplar la huerta-jardín de Amali. Los dientes de león tapizaban
el suelo en contraste con el terreno preparado para acoger cebollas, brócoli,
alcachofas y demás…
Por la mañana, había madrugado para preparar una
empanada y envolver un pequeño obsequio que cosí para Sara.
Antes de comer
nos acercamos para ver las nuevas gallinas de Maribel pensando en futuras tortillas
de patatas hechas con huevos “de verdad”. A la vuelta comida y partida de Rummikub.
Era tarde cuando llegamos a casa. Nos despedimos con Besos de Pueblo. Sara los
llama así. Son sonoros, repetidos y de verdad.