lunes, 10 de junio de 2013

Los comienzos...

Comencé en el Patchwork hace tan sólo tres años con un cojín de Log Cabin. Después de la clase, lista de materiales en mano, corrí a comprar las telas y me dejé aconsejar… Desgraciadamente, la labor resultó una mezcla de color pobre y poco afortunada.



Aunque el cojín fue desterrado al apartado “a-ver-qué-hago-yo-con-ésto”, la técnica me gustó por su sencillez y vistosidad. Por ello, tras acabar unos acericos y una bolsa con corazones aplicados, me lancé a un proyecto un poco más ambicioso y empecé… una colcha!



Como quería una mantita alegre y primaveral utilicé un panamá blanco sobre el que bordé corazones rosas rodeados de lunares, cuadritos, flores… todo ello en verde, rosa y blanco. Me encantó ver como crecía bloque a bloque.




Las fotos me traen a la memoria la novela de Tracy Chevalier “La joven de la perla”: el pintor Vermeer descubre el talento de Griet para interpretar la luz y el color cuando ve sobre la tabla, las verduras que ella ha picado para la sopa; cebolla, lombarda, nabos y zanahorias dispuestos circularmente, en un equilibrio de color que hace que los tonos armonicen y “no luchen entre sí".

Y es, precisamente ahí, dónde reside el secreto de una bonita labor de patchwork, verdad?

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