Desayuno masticando las noticias en la radio y el último mail de Pili.
Sería genial que la paciencia,
la honradez, la sinceridad no brutal, la amabilidad… pudieran comprarse por
kilos. Me imagino haciendo cola y cuando llegara mi turno pediría: “un kilo y cuarto de
solidaridad, unas puntas de suerte y si te quedan, ponme una docena de
posibilidades de que Pili siga en el taller de Patchwork porque no quisiera
perder el contacto… “
La idea no es nueva. En cierta
ocasión, comprando algo para cenar con mi amiga Carmen, entramos en una
frutería “feenomenal” de la calle Ayala,
en pleno barrio de Salamanca. El amable dependiente después de pesar lo que
pedimos, nos preguntó si deseábamos algo más. Le respondí con sonrisa radiante:
“un kilo de felicidad”. Estalló en carcajadas. Alguna vez que Carmen ha vuelto
por allí, él aún lo recordaba.
En cualquier caso, espero
que Pili encuentre plaza en el taller de fotografía digital y que siga con sus
estupendas fotos y powerpoint de viajes. Estas son algunas de las que me mandó
de sus vacaciones de verano en Portugal. Seguro que en una tienda así se podría
vender el tipo de mercancía a la que antes me refería.
Pensándolo mejor… como este es
un blog patchworkero la unidad de
medida adecuada serían metros: metros de felicidad de la más suave seda, metros
de amistad en algodón egipcio de larga duración, metros de lana de amor que
caliente el resto de nuestras vidas, metros de gamuza que absorban lágrimas de
decepción…. Ya vale Esther! que te estás pasando.
yo me pido unos cuantos metros de felicidad, y sino dame trocitos que sobren y ya me haré yo un patchwork con ellos. Espero veros pronto. Un saludo.
ResponderEliminarYa te he dicho que me encanta como escribes, se me pone la piel de gallina cada vez que te leo.
No se si hay tela suficiente para envolver las "infelicidades" de este mundo. Eso sí... seguro que el programa de curso que estés preparando para este año repartirá ratos felices de charleta y labor. Un abrazo
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