Aún me quedan dos horas largas para salir del
trabajo… tengo hambre y pies fríos. Afuera aprieta el invierno. No me extraña
que los europeos del norte se depriman y escapen con la menor excusa al
Mediterráneo. Sin casi quererlo, me encuentro soñando confortables sensaciones
para aves del frío (así me llama mi
madre) que ansían estaciones más propicias:
El sol de mediodía
Un cálido abrazo
Una taza de té
Un jersey de lana
Un baño caliente
Un tazón de sopa
Un bizcocho esponjoso
Una tarde de spa
Un cucurucho de castañas asadas
Hace bien poco, sustituí la funda de mi querida y muy
necesaria manta eléctrica, por otra más alegre y decorativa. Una nota de color
en el sofá que acompaña días de frío, dolores de espalda y siestas.
Cuento los días del largo camino hacia el verano.
Os dejo un campo de girasoles para iluminar la espera.
Gracias otra y mil veces por las sonrisas que haces brotar.
ResponderEliminarUn placer, querida Sara.
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